Las
elecciones de consejos municipales y diputados realizadas el pasado domingo 11
de marzo además de crear el nuevo mapa político nos deja la necesidad de
analizar los resultados, sin importar que partido ganó o perdió presencia a
nivel nacional.
El máximo ganador del proceso electoral fue el ausentismo
con cerca del cincuenta por ciento de la población salvadoreña según la red de
observadores nacionales e internacionales montada por la Iniciativa Social para
la Democracia (ISD).
Mientras el partido ARENA celebra su victoria al obtener
alcaldías que por años gobernó el FMLN, el partido del cambio, se mantiene
firme en sus bases y confiado en alcanzar el triunfo en las elecciones
presidenciales de 2014.
Ambos partidos representan las formas de gobierno
predominantes en el mundo: El Capitalismo y El Socialismo. Polos opuestos que
en El Salvador tienen algo en común: el desinterés en la población que les
sustenta con el voto.
El ausentismo en los comicios electorales siempre existirá,
pues se sustenta en el desconocimiento de plataformas concretas que los
candidatos a diputados y consejos municipales tienen como obligación dar a
conocer en el periodo de propaganda que estipula el Tribunal Supremo Electoral.
¿Hasta cuándo veremos campañas políticas que bombardean a la
población con frases enlatadas y mostrando ataques antiéticos contra los
partidos adversarios? ¿Acaso la campaña sucia es necesaria en los procesos electorales de El
Salvador?
Actitudes como esta desmotivan a los salvadoreños. La
población vive agobiada por los niveles de delincuencia, desempleo y pobreza.
Problemas concretos que los partidos políticos no pueden solucionar.
Lejos de solventar las necesidades las fracciones políticas del país las
utilizan para tratar de conquistar a la población, que aún desea un mejor país.
Con fe en sus palabras otorgan un voto de confianza para luego cuestionarse si
realmente trae beneficios ejercer el sufragio.
Las elecciones de este 11 de marzo muestran con claridad que
la mitad de la población salvadoreña no ejerció su derecho al voto.
Por desinterés, falta de información, disputas entre
partidos, entrega tardía de los paquetes electorales, migración de los votantes
o simplemente indiferencia a las ofertas
electorales, ningún partido puede proclamar que recibió el apoyo de la
mayoría de la población salvadoreña.
El cincuenta por ciento de la población dio la espalda y negó su voto a los grupos partidarios. Frente
a esta realidad la democracia salvadoreña recibe un golpe bajo que muestra el
descontento de todo un pueblo hacia las labores legislativas y municipales
ejecutadas por los partidos políticos.
Sin duda solo queda soñar con diputados y concejos
municipales que trabajen por y para los salvadoreños y no solo se acerquen a
las comunidades en periodo de campaña electoral.
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